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dissabte, 7 de gener del 2012

Avalua'm!

Per Adrian Eixeres Esteve,
estudiant de Planificació i avaluació de l'AF i l'Esport


Des del dia que vaig nàixer
tothom em volia classificar,
inclús quan vaig créixer,
ma mare em seguia emmarcant.

Quan era ben menut,
estava sempre preocupat
per si era el més sabut
i el control havia aprovat.

Quan més gran era d'edat
la cosa seguia igual
però jo em vaig deixar de preocupar,
per allò de la “rebeldia” de l’edat.

En arribar a l’ESO,
tots em van espantar:
si no ho traus tot en nota,
te n'aniràs a treballar

Quan a la fi l’ESO vaig acabar,
i creia que tot estava fet,
el pitjor estava per arribar,
com no, era el Batxillerat.

En aplegar a Batxillerat,
la vida em vaig jugar;
si no aprovava el PAU,
me’n tornaria a treballar.

Per a entrar a FCAFE,
calia el PAU aprovar,
i, a més, les proves físiques,
en què et podien eliminar.

En aplegar a la universitat,
creia que tot havia acabat,
però encara em quedava per escoltar:
si no vens el 80% no ets aprovat.

Aquesta historia no ha acabat,
i encara que no trobe solucions
per a tot aquest embolicat...
cal que aprove les oposicions.

divendres, 6 de gener del 2012

El principio de la calma

Por Juan Manuel Candela Andrés,
estudiante de Planificación y evaluación de la AF y el Deporte

- ¿Cómo lo llevas?

- Mal, muy mal…

- ¡Venga, ánimo, que mañana es el último, y ya se acaba todo!

- Yo el último tema no me lo voy a estudiar, no me da tiempo, además, no creo que saque muchas preguntas de ahí.

- ¡Que ganas tengo de que se acabe esto! De salir mañana del examen y olvidarme de todo, por lo menos durante un mes, si apruebo bien, y si no, pues…bueno, por una que me caiga para septiembre no pasa nada, y casi mejor, te digo yo que esta asignatura te la tomas con tiempo, una semana o dos, y te sube la media. ¿Qué media tienes tú?

- No sé, pero no mucha…

- Bueno, me voy a mi cuarto, a ver si le doy el último repaso.

El día de antes de un examen, la mañana, la tarde, la noche, si me pusiese a escribir todo lo que puede llegar a pasar por mi cabeza a lo largo de este día no cabría en una libreta. Hemos sido evaluados prácticamente desde el primer día de nuestra vida, y como prácticamente todo en ella, las situaciones a las que nos enfrentamos se van haciendo más difíciles con los años, siendo para todos más costosa y difícil de superar.

En la guardería simplemente éramos unos “soles” por ser cariñosos con la maestra, no salirnos del dibujo cuando coloreábamos y no llenar de arañazos al primer compañero que pasaba por al lado, o unos “insoportables” si llorábamos por la mínima, si no dormíamos en el tiempo de la siesta o queríamos todos los juguetes a la misma vez. En Primaria ya empezamos a familiarizarnos con algo llamado examen, no sabemos bien en qué consiste, pero de ello depende que el profesor te encasille en un lado u otro, te trate de una manera u otra, ser más listos o más tontos, y principalmente de ser o no un buen alumno. Con un mínimo de esfuerzo, unas cuantas sumas y divisiones bien hechas y con unos pocos países con sus respectivas capitales “Progresas Adecuadamente” y te plantas en el instituto. Amigos nuevos, amigas nuevas, un cuerpo y una mente en vías de desarrollo, profesores distintos y exámenes distintos, que te hacen saber si lo tuyo son las letras, los números, o la fábrica, en el caso de que ninguna de las dos anteriores se te den bien. El instituto pasa muy rápido, lleno de preguntas complicadas con respuestas sencillas: Selectividad. Todo va encaminado a ella, y no te queda otra que aprender, sistematizar, y si tienes tiempo y narices (y un buen profesor) comprender un mínimo de contenidos y superar unos determinados objetivos que te han sido impuestos para obtener una nota media, lo suficientemente alta, que te permita elegir lo que verdaderamente te gustaría aprender. Haciendo una mínima reflexión te das cuenta de la cantidad de gente que se ha quedado a mitad de camino por un simple número, y de cómo pueden llegar a degradar estos exámenes las expectativas de vida de las personas. Ante esto y la costumbre de jugártelo todo a uno o varios exámenes, no puedes dejar de plantearte el aprendizaje como una competición, una maratón donde participan tres tipos de estudiantes: los que corren para ganar, que optan a la máxima nota, no importándoles los medios que tengan que llevar a cabo para conseguirlo; los que corren para acabar la carrera, que firmarían un aprobado en todas las asignaturas; y los que simplemente disfrutan corriendo, que disfrutan con el simple hecho de aprender (estando éstos totalmente condicionados si quieren tener un “buen resultado” en la carrera). Digo esto porque muchas veces uno se plantea porqué estudia, y la única respuesta que se nos ocurre es el simple hecho de aprobar un examen. Para un estudiante no es lo mismo leer un artículo que estudiarlo, siendo diferente también los contenidos que extrae del mismo. Verdaderamente no sé cómo reaccionaría a una educación sin exámenes, cuando lo único que he hecho hasta ahora ha sido examinarme, obteniendo todo tipo de experiencias, unas mejores y otras peores, pudiendo sacar siempre de ambas una parte positiva.

Los exámenes han adquirido tal importancia en los estudiantes que incluso marcan sus propios estilo de vida, formando una parte de su personalidad, poniendo a prueba constantemente la responsabilidad de cada uno a la hora de ponerse a estudiar, añadiendo al calendario particular dos estaciones más: primavera, verano, otoño, invierno y dos épocas de exámenes, épocas grises a pesar de días soleados, en las que te quejas de todo y la mínima tontería te hace reír o perder la concentración de tus apuntes durante un tiempo indeterminado. Después del calor viene el frío, y en las universidades e institutos, después de la calma llega la tempestad de los exámenes, y después de esta tempestad otra vez la calma correspondiente. (…)

- ¿Iodavía estás aquí? Yo voy a comer algo y me acuesto, que a estas horas ya soy incapaz de concentrarme, sólo en “tonterías”, de todas formas… como decía mi profesora de Lengua antes de comenzar un examen: alea iacta est.

-¿Qué significa eso?

- Que “la suerte está echada”… A saber qué examen pone éste mañana…

divendres, 29 de juliol del 2011

Cambios en la Educación (en la clase de Educación Física)

Por Gonzalo Monfort Torres y Pablo Tierraseca Montero,
estudiantes de Teoría y Pràctica del Currículum de la EF

Actualmente se cursa la asignatura de Educación Física en la Enseñanza Secundaria Obligatoria en España. Principalmente, desde nuestro punto de vista como antiguos alumnos, pero lo suficientemente reciente, creemos que existen dos aspectos (entre otros) que deberían ser susceptibles de cambio. Uno de ellos la masificación del aula.

No es extraño que un profesor de educación física tenga a su cargo un grupo de 30 alumnos. El hecho de haya un número tan elevado de discentes hace que la tarea del profesor de transmitir conocimientos, de poner en práctica metodologías y sobre todo, de llegar a conocer y a poder evaluar realmente lo que cada alumno de forma individual esta extrayendo de las sesiones sea hartamente complicada. En el currículum de la asignatura publicado por la Conselleria de Educación de la Comunidad Valenciana se explican los objetivos de la asignatura, los contenidos que se deben impartir en cada curso, y además se incide en que no solo se debe tener en cuenta el rendimiento motriz, si no muchos otros factores como la “participación activa”.

Después de explicar esa serie de puntos, no explica como ha de evaluar el profesor. En una clase con un número de alumnos tan elevado, y en una asignatura a la que se destinan muy pocas horas de docencia, muchos profesores optan por valorar el rendimiento motriz como el criterio más importante en muchas ocasiones. No suele ser el único, pero si tiene más peso que el resto. Es extraño ver que un alumno con soltura en los deportes, con una buena capacidad física, y con una motivación que seguramente deriva de lo anterior no saque sobresalientes en nuestra materia. En cambio es más común ver que un alumno con un físico que no le permite tanta soltura en las actividades físicas que se proponen en la clase no alcance nunca la máxima nota ni notas altas.

Nosotros valoramos esto de la siguiente manera: existe una deportivización en las clases de educación física. Esto lleva a premiar más el rendimiento. ¿Por qué? Probablemente dos factores claves sean la influencia de la sociedad en la forma de concebir las clases por parte del docente y la masificación.

Cronometrar una carrera, ver como se realiza correctamente una voltereta, y valorar la habilidad lanzando un balón a una canasta es fácil. Es un recurso fácil para un profesor con demasiados alumnos que no puede llegar a valorar (como decíamos al principio) realmente el aprovechamiento que el alumno esta haciendo de sus sesiones. Cierto es que el profesor no es el responsable de su número de alumnos y que seguramente preferiría tener muchos menos. Pero ante esta situación hay que cambiar.

El cambio que nosotros proponemos es el siguiente: cambiar la forma de dar la clase y la forma de evaluarla con el objetivo de acercarnos más al alumno y poder evaluarle mejor, conforme a criterios que abarquen todos los objetivos de los asignatura, no solo unos pocos.

Si nos fijamos en el curriculum podemos observar que para educación física hay multitud de contenidos prácticos y teóricos que deben darse. Nuestra propuesta se basa en dividir el tiempo de docencia semanal en dos partes.

Una de estas partes, compuestas por dos tercios del tiempo de clase se dedicaría a realizar contenidos prácticos a la vez que mientras se realizan se van relacionando con contenidos teóricos del programa, lanzando conceptos clave que los alumnos deben de comprender y asimilar.

La otra parte (el tercio restante), en un ambiente dinámico (fuera del aula, sin sillas, mesas o pizarra) se dedicaría a explicar conceptos que hayan quedado en el aire o a remarcar algunos de los más importantes.

¿Cómo evaluamos a los alumnos? La fórmula que proponemos es la siguiente: cuando haya contenidos ya dados y remarcados los suficiente para que el docente crea que puedan estar asimilados, durante los dos tercios de tiempo de la “parte práctica”, teniendo en cuenta que la clase debe tener una auto-organización óptima, el profesor seleccionará pequeños grupos de 5 – 7 alumnos a los que llamará para preguntarles de forma oral por sus impresiones acerca de lo realizados hasta ahora y por los conceptos que deben retener. Pensamos que dedicando un tiempo específico al contacto profesor – alumnos y a realizar una evaluación aprovechando este contacto el docente podrá ver mejor cual es la situación personal de cada alumno. El objetivo es conseguir ser un poco más profundo y poder ayudar a todos en su necesidad.

Pensamos que valorar de forma importante los conceptos teóricos asimilados, así como la actitudes que muestran durante la práctica puede dar un resultado más completo que únicamente la medida de marcas y de veces que se realiza una acción. Nuestro planteamiento nace de la creencia de que cuanto más implicado esta el docente y más cercano este de sus alumnos el proceso de enseñanza y el proceso evaluativo será de más calidad. Probablemente más complejo, pero sin duda de más calidad.

dilluns, 3 de gener del 2011

Reflexión de tres viajeros

Por Adrián Martínez Domene,
estudiante de Diseño curricular de la EF

En una conversación que mantuve el otro día con tres amigos que cursaron varios meses sus estudios universitarios en el extranjero (Inglaterra, Finlandia y Estados Unidos), nos dimos cuenta del retraso que vive el sistema universitario español con respecto a dichos países. Por ello, me decidí a realizar este post en el cual me gustaría razonar y explicar cómo llegamos a dicha conclusión.

El primer punto que tratamos fue el modo en que el profesorado desarrolla sus clases. La principal diferencia que encontramos es que, en los mencionados países, se intentan crear interacciones mediante pequeños debates en los que se reflexiona y se es crítico tratando en ellos conocimientos teóricos y prácticos, situaciones… En dichas interacciones, los profesores se esfuerzan por aprender el nombre de sus alumnos, creando un lazo de confianza y un ambiente afectivo. En cambio, en España, la mayoría de las clases son magistrales, es decir, los profesores, mediante sus "powerpoints", explican los contenidos que los alumnos deben adquirir para superar sus asignaturas. Dichos contenidos son, posteriormente, facilitados para su estudio por lo que, como esas clases no son obligatorias, la no asistencia a clase y el simple estudio en casa es suficiente para poder aprobar las asignaturas, restando así importancia a las interacciones que se pueden producir en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por lo que, pensamos que dos de los principales motivos que facilitan dichas clases magistrales y dificultan las interacciones en nuestro sistema educativo son la gran masificación de nuestras aulas y la facilidad, y consecuente comodidad a la hora de preparar e impartir sus clases magistrales.

Otro punto del que hablamos fue la implicación de los alumnos en su proceso de formación, ya que en dichas interacciones son tan importantes profesores como alumnos. En dichos países, los estudiantes se “pegan” en las clases para responder a las situaciones propuestas por los profesores, siendo elementos activos del proceso de enseñanza-aprendizaje. En cambio, en España, se esconden frente a las posibles preguntas de los profesores, siendo meros oyentes de las clases magistrales a las que están acostumbrados. Una de las causas que atribuimos a este modo de actuar es la gran cantidad de ayudas y becas otorgadas que, aunque a todos nos gustan y nos vienen bien, dan un amplio grado de libertad y relajación a los alumnos, que no existiría si este dinero saliera de sus bolsillos.

El tercer punto que tratamos fue la relación entre las asignaturas y el futuro profesional. En dichos países se centra en mayor medida en orientar las asignaturas hacia una formación laboral en donde se enseñan diferentes técnicas de aplicación, buscando crear trabajadores más aptos y cualificados. En cambio, la mayoría de las asignaturas de nuestro sistema educativo universitario se centran en el estudio de muchos contenidos teóricos los cuales, en su futura aplicación, pueden ser encontrados en los libros. Podemos ver como en España existen asignaturas en las cuales se orientan las horas prácticas para avanzar contenidos teóricos y poder dar un sinfín de temario a estudiar. En cambio, en estos países es al contrario ya que, constantemente, se aplican supuestos prácticos las clases teóricas.

Por último, hablamos sobre la evaluación en ambos sistemas. En contraposición a la evaluación final objetiva de los contenidos aprendidos en donde los alumnos se juegan la asignatura, en dichos países se realiza una evaluación continua donde se desarrollan y presentan trabajos, proyectos, se realizan exámenes parciales que van sumando puntos a la nota final y que nos muestran poco a poco nuestros procesos. Los alumnos tienen más opciones de aprobar, ya que se involucran de lleno en su formación adquiriendo mayores conocimientos, tanto teóricos como prácticos. Además, cuando existen suspensos de los alumnos, se suelen realizar reuniones departamentales de claustro para decidir qué tareas ofrecer a dichos alumnos para poder alcanzar la puntuación mínima. En cambio, en España, existen profesores que intentan dificultar al máximo los aprobados de los alumnos con exámenes finales casi imposibles de aprobar en los que lo único que se gana es el agobio y el rechazo a dichas asignaturas.

Por todo ello, pienso que existen diferentes elementos en el nuevo Plan Bolonia que pueden ayudar a mejorar nuestro sistema educativo, aunque fuera de ellos, lo primordial es concienciar tanto al alumnado como al profesorado de la importancia de implicarse y esforzarse más, lo que hará que se afronte dicho proceso con mayor actitud y se termine con mayor aptitud.