divendres, 29 de juliol del 2011

Sentir para educar

Por Samuel López Carril,
estudiante de Teoría y Práctica del Currículum de la EF

Mal de escuela, Mal de escuela,
¡Mejor un dolor de muela!
Aunque el peor de los dolores,
es no recibir amores.

En el aula te dan con un mazo,
cuando sientes el rechazo.
Impidiéndote desear,
que tú quieras estudiar.

Cada estudiante es persona distinta
con independencia de su pinta.
hay que esforzarse por conocer cómo son,
dedicando a ello toda nuestra pasión.

Conviene descubrir sus sentimientos
para luego no tener remordimientos,
por haber desperdiciado la oportunidad,
de haberles ayudado a encontrar la felicidad.

Hay alumnos con la brújula desimantada,
piensan que nunca aprenderán nada.
Se sienten ignorantes, nulos y zoquetes,
viendo que eso de la educación no les compete.

Algunos chocan contra paredes invisibles
cayendo y viendo un futuro terrible.
Ven un mañana sin porvenir
por el que no vale la pena vivir.

Sin embargo, todos tienen un gran potencial
aguardando que llegue el momento crucial,
en el que alguien se preocupe por ellos
para que en sus ojos brille un destello.

Que recuperen la ilusión por aprender
les ayudará como personas a crecer,
no dejándose engañar
por un mundo que les vende un falso bienestar.

No podemos permitir que los medios de comunicación
dejen a la escuela en un estado de constricción.
Que manipulen la opinión de la sociedad,
quitando al docente su dignidad.

Dignidad para trabajar sin presiones
que acaben produciendo desilusiones,
de alumnos a quienes dicen qué tienen que ser,
sin preocuparse por conocer su parecer.

Se trata de conocer al desorientado alumno
para poder redireccionar su rumbo.
Sin permitir que se quede por el camino,
abandonado y lamentándose de su destino.

Los docentes tienen la misión
de alejar al alumno de la exclusión.
Dejando de verlos como un engorro,
cuando les piden socorro.

Al estudiante hay que acercarse como persona
escuchando qué es lo que le emociona.
Buscando cuáles son sus intereses,
nos encontraremos con menos reveses.

El amor es la energía más potente
que a mí me viene a la mente,
y al docente que su profesión ama,
nunca se le apagará la llama.
Por sus venas correrá un fuego
que no permitirá que se ponga en juego,
las posibilidades de que sus estudiantes
aprendan de sus enseñantes.
El fracaso escolar es el signo,
de proporcionar algo indigno.
El renunciar a reanimar a alumnos aturdidos
para que puedan forjar su propio destino.

Y con estos versos acaba mi poesía:

Todos tenemos derecho a una digna educación
pues así lo reclama nuestra humana condición.
Si con ella he resuelto alguna cuestión,
daré por válida mi reflexión.

Referencia bibliográfica:

Pennac, D. (2007). Mal de escuela. Barcelona: Mondadori.

2 comentaris:

Israel Del Burgo ha dit...

Primero y principal, felicitar al autor de este magnífico poema, porque ha sabido plasmar perfectamente en verso, la historia de Daniel Pennac.

Bueno y ahora, me gustaría comenzar mi argumentación sobre la frase del poema que dice:
"El fracaso escolar es el signo, de proporcionar algo indigno".

Según mi experiencia como estudiante pienso que la enseñanza no está encaminada a que los alumnos se formen como es debido, ya que desgraciadamente solo buscan que estudiemos, y no que aprendamos.

Bajo mi punto de vista, creo que hay muchos profesores que su única función, es leer los contenidos que muestra el libro de determinada asignatura y mandar deberes para realizar en casa sin ningún tipo de fundamento ni dificultad, ya que lo único que hay que hacer es guiarse por los contenidos que has leído en clase y seguir las instrucciones para poder tener los deberes hechos para que al día siguiente, el profesor no te ponga una “notita en la agenda”. Y por supuesto, este tipo de profesores, son los que se ciñen totalmente al libro tanto para formar a los alumnos, como para poner el examen, es decir, son los que te hacen estudiar una barbaridad de materia insignificante, que para lo único que sirve es, sinceramente, para estudiar los tres últimos días del examen, retenerlo en tu memoria el mayor tiempo posible y a los cuatro o cinco días de haber realizado el dichoso examen no acordarte ni de la primera palabra que te tuviste que “aprender”.

Pero bueno, dicho esto también me gustaría destacar que para mí el fracaso escolar no depende únicamente del docente, es decir, el fracaso escolar es una situación compleja a la que hay que hacer frente a través de una unión de agentes sociales y educativos ( ya que no se ciñe únicamente al ámbito escolar) y mediante su coordinación, poder articular las diversas actuaciones y darle una solución.

Para concluir, y corroborando la excelente aportación de Samuel López, destacar que la escuela sigue teniendo mucho que decir y hacer sobre esta problemática y debería de iniciar un proceso de planteamiento y revisión de su trabajo, incorporando nuevas maneras y nuevos objetivos que respondan mejor a las necesidades y situaciones del fracaso escolar.

Maxi Villaba Ronda ha dit...

Aquello que "Mal de escuela" me hizo escribir.

Este año en la asignatura de Educación del movimiento, tuve que leer, el libro mal de escuela, y esto fue lo que me hizo sentir al leerlo:

Los alumnos ya no son los que eran, también esto lo reconoce Pennac. El alumno actual vive en un mundo creado para él por los adultos en el que la manipulación resulta brutalmente explícita. Las propias palabras son usurpadas sustituyéndose por marcas (las Adidas, el Mp3, ..., sustituyendo a los sustantivos zapatillas, reproductor de música).

Frente al alumno contestatario y rebelde de los setenta y ochenta, el alumno actual se caracteriza por su condición de niño-cliente, demandante de bienes de consumo (la mayoría muy caros) por los que pagan con un dinero que no han ganado y no han debido esforzarse. Quizá éste sea el mejor diagnóstico que contiene el libro. Lejos de centrarse en la manida imagen de los padres conformistas que conceden a sus hijos todos los caprichos haciendo de ellos unos caprichosos compulsivos, Pennac centra su mirada en los aspectos extra familiares, en el chico de barrio que debe competir, no en conocimientos, sino en sus posesiones visibles para conservar su prestigio aún a riesgo de convertirse en un ridículo hombre anuncio

Nuestra pequeña reflexión seria sobre, los métodos que utilizan algunos padres, como proponer unos objetivos, como serian, preguntarle al niño que es aquello que desea, y proponerle un premio a su conducta, como sería no bajar del 9, o no suspender ninguna, o miles de ejemplos, si el hijo lo consigue, obtendrá el premio.

Pero, estos alumnos son niños-clientes como diría Pennac?, o serian niños golosinas, porque consiguen aquello que se proponen?. Pero, hay un dilema, estos alumnos intentan aprender para mejorar o simplemente es para conseguir su recompensa. Es decir, el fin justifica los medios?