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divendres, 25 de novembre del 2011

El camino del juego

Por Nicolás Talón Bañón,
estudiante de Metodología de la enseñanza de la AF y el Deporte

Esta temporada va a ser mi quinto año como entrenador en una escuela de baloncesto (la de mi pueblo) y desde que empecé siempre he entrenado equipos de niños con una edad comprendida entre los 9 y los 11 años. Por necesidades de la escuela, me comunicaron que en este “año deportivo” me asignaban el equipo de “baby´s”, niños de 5 y 6 años, la más pequeña de todas las categorías.

Me presenté el primer día con la intención de que los niños aprendieran baloncesto, que es supuestamente lo que se espera de mí, así que preparé el entrenamiento teniendo como objetivo que se familiarizaran con este deporte. A raíz de mi anterior experiencia (con 9-11 años) adapté las actividades que ya domino a estas edades más tempranas, el resultado fue un auténtico caos: hubo peleas, lloros, falta de interés total, incluso hacer una simple fila fue casi imposible. No hace falta una mente brillante para darse cuenta de que se comportaban así porque no les gustaba lo que hacían.

Vi ante mí una cima muy alta: enseñarles baloncesto (o al menos iniciarlos en él) a doce niños y niñas que no saben formar un círculo y que no se lo han pasado bien con lo primero que les he puesto. Problema organizativo y motivacional.

Teniendo sólo en cuenta la primera parte del dilema, podría ponerlos en filas y hacerles ejercicios para trabajar habilidades. Los niños acatarían las órdenes, ejecutarían y punto. A base de repetir aprenderían a jugar y estarían controlados. Mando directo, y problema organizativo solucionado.

Sin embargo, pensé que los niños únicamente quieren entretenerse, jugar, les da igual al baloncesto, al balonmano o a la petanca. Los juegos son la solución para que se diviertan pero no solo eso, también son la “tapadera” para que aprendan: a través de ellos podemos enseñar a los niños algo que expuesto de otro modo no les despertaría tanta ilusión y entrega. Ya se ve en la forma de presentar las tareas: no es la misma cara la que te ponen cuando dices “vamos a jugar a…” que “vamos a hacer un ejercicio de...”. Los resultados fueron evidentes, los niños aprendían jugando y lo más importante: ¡se divertían! El juego significa para ellos diversión, lo contrario al ejercicio (concebido como un trabajo aburrido), tenía la posibilidad de enseñarles los contenidos de un ejercicio convencional a través de juegos. Tras probar y acertar, decidí entonces andar por ese camino y apostar por la espontaneidad y motivación del juego, sacrificando en parte el control de los ejercicios organizados.

Una vez clara mi “estrategia”, tenía que documentarme sobre juegos adecuados para esas edades y encontré un libro llamado Los juegos en la motricidad infantil de los 3 a los 6 años, de Ruíz et al. Además de una amplia selección de juegos incluía una parte teórica muy interesante en la cual enuncia firmemente: “en las edades tempranas existe la necesidad de una metodología lúdica del aprendizaje” (Ruíz et. al., 2003, p. 42). Lo que yo pensaba escrito en un libro especializado, como si me indicaran el camino con una señal enorme. Los autores sostienen que hay unos principios pedagógicos fundamentales en la educación de los niños: el principio de aprendizaje significativo, el de interacción con el medio, el de actividad, el de juego, el de interés, el de actividad asociada, el de creatividad y el de globalización. Tras leerlos detenidamente uno llega a la conclusión de que todos y cada uno de ellos están presentes en la actividad lúdica. ¿Es posible una educación a través del juego? Por supuesto, a través de una metodología lúdica adecuada.

Basar la enseñanza en el juego (dirigido) implica también un cambio en cómo me interpretan los niños, soy para ellos “el que hace los juegos”, sin embargo yo me veo más entrenador que nunca: estoy enseñándoles baloncesto… ¡y más cosas!

Un proceder basado en el juego es aplicable para cualquier aprendizaje que se quiera llevar a cabo en etapas tempranas. Volviendo a mi posición como entrenador, esto me hizo ver que utilizando dicha metodología no solo me sería útil para que aprendieran a jugar a baloncesto, también les transmitiría ciertos valores de solidaridad, afectividad, respeto, motivación… con (por ejemplo) el juego del pañuelo por parejas, que invita a asimilar conceptos como la interacción, cooperación, oposición, respeto a unas reglas… Eso es educación. Buscando más al fondo, me paré a pensar que esos niños y niñas van a pasar más de dos horas a la semana conmigo para jugar, puede que después de sus familiares cercanos y su maestro/a de escuela sea yo el siguiente educador, es una responsabilidad muy grande y a simple vista incluso puede asustar. Un cierto porcentaje de la educación de esos niños va a depender de mi competencia como “el que hace los juegos” y espero no fallarles. La cima sigue siendo muy alta pero el camino ya está trazado… ¡a jugar!