Por José Manuel Hernández Navarro,
estudiante de Metodología de la Enseñanza de la AF y el Deporte
Este es mi primer año como entrenador de fútbol con niños tan pequeños, con edades comprendidas entre los 3 y los 5 años. En distintas ocasiones he entrenado equipos de niños con una edad entorno a los 12 años pero este año me ilusioné en este proyecto porque, entre otras cosas, mi hijo forma parte del equipo.
Me presenté el primer día sabiendo que sería diferente a lo que había hecho hasta ahora, pero con la misma idea: enseñar el deporte y que los niños aprendieran a jugar al futbol. Al poco de iniciar la actividad, y habiendo preparado el entrenamiento con las adaptaciones que creía pertinentes, me di cuenta rápidamente que aquello era un desastre, pues apenas iniciado el entrenamiento me encontré con variedad de problemas y totalmente desbordado por la situación, pues me vi con algún que otro niño llorando, bien porque quería irse con su madre, bien porque no me conocía, alguno que otro peleándose con algún compañero, otro niño que se nos fue a los columpios a jugar y que no quería entrenar, en conclusión y como os podéis imaginar, un auténtico caos.
Hasta ese momento no me había parado a pensar donde me había metido, ni me había planteado la posibilidad de que estos niños tan pequeños no fueran capaces de realizar una fila, o de colocarse en forma de círculo, en fin, cosas “tan sencillas”. Pero ¿Acaso no me había dado cuenta de que solo tenían 3 y 4 años?
No hace falta una mente brillante para ver que algo debía modificar respecto a lo que había hecho hasta el momento. Pues esta situación de caos era, pienso, por dos causas concretas, por un lado la edad de los niños, muy pegados a sus madres y por otro, y es en lo que más me voy a centrar, lo poco atractivo de la actividad y la falta de motivación, es decir, no les gustaba lo que les proponía. Como os podéis imaginar, por momentos me vi ante un obstáculo infranqueable: iniciar a niños tan pequeños en el deporte del fútbol.
Para solucionar el problema organizativo podría haber planteado hacerles ejercicios para trabajar habilidades utilizando el mando directo como estilo de enseñanza para que, de esta forma, acataran mis órdenes sin más. A base de repetir aprenderían a jugar y estarían controlados. Pero tome otra dirección, la del juego, mi mejor recurso. Los niños, en edades tan bajas, únicamente quieren entretenerse, pasarlo bien y jugar, les da igual el deporte. Pensé en los juegos como una posible solución para que se divirtieran, es el aliado perfecto para que aprendan, pues a través de ellos podemos enseñarles algo que, expuesto de otro modo, no despertaría en ellos tanta atención y entrega. Pronto me di cuenta que se apreciaban ciertas mejoras en la forma de presentar las tareas y que no ponen la misma cara cuando propones ejercicios de pases haciendo filas que si dices “vamos a jugar a…”. Con los cambios, los niños aprenden jugando y ¡se divierten!, y aunque no está todo el camino hecho, los juegos significan para ellos diversión, pasarlo bien y, gracias a ellos, tengo la posibilidad de enseñarles los contenidos.
Tras probar, aposté por la espontaneidad y motivación del juego, minimizando en gran medida los ejercicios para mejorar aspectos técnicos y tras la decisión de ir en esa dirección, busqué documentación sobre juegos adecuados para esas edades y encontré, entre otros, el libro Los juegos en la motricidad infantil de los 3 a los 6 años, de Ruíz et al. con una cantidad de juegos que te dan ideas para preparar las sesiones. Una de las frases que encontré en el libro y que reafirma mi postura sería “en las edades tempranas existe la necesidad de una metodología lúdica del aprendizaje”. En él se habla de unos principios pedagógicos en la educación de los niños: el principio de aprendizaje significativo, el de interacción con el medio, el de juego, el de creatividad y uno llega a la conclusión de que todos son visibles en la actividad lúdica y que por supuesto es posible una educación a través del juego.
En conclusión, utilizando estos criterios, y, eso sí, muy poco a poco, voy dominando la situación. Además, me doy cuenta que también les puedo transmitir ciertos valores de solidaridad, afecto, respeto a compañeros y reglas, la cooperación, y eso en conjunto es, grosso modo, la educación.
Referencia:
- Ruiz, F et al.(2003) Los juegos en la motricidad infantil de los 3 a los 6 años. Barcelona: Inde.