Por Amalia del Valle Cebrián, Elena López Cañada, María José Porcar Orihuela, Gema Sanchis Soler y Ana Mar Tortosa Amorós,
estudiantes de Teoría y Práctica del Currículum de la EF
Que el deporte moderno es un ámbito creado por y para hombres es un hecho indiscutible, además es en este campo en el que las diferencias biológicas que existen entre ambos sexos se ven más acentuadas. Hasta hace bien poco, la sociedad en la que vivimos ha defendido no solo que las mujeres eran diferentes a los hombres, si no que éramos inferiores. Así mismo los estereotipos ligados a la feminidad y la masculinidad siguen estando vigentes en nuestro ámbito de actuación, el deporte. De este hecho nace una clasificación que está implícita en la práctica deportiva que separa “deportes para hombres” y “deportes para mujeres”. Los primeros son aquellos que requieren mucho contacto físico y suelen incentivar a los jugadores hacia la agresividad, tales como rugby, fútbol, baloncesto…; mientras que los segundos buscan la estética al practicarlos, deportes gimnásticos en los que, en ocasiones, ni siquiera hay competiciones masculinas oficiales.
Aun con todo, debemos saber que existe otro grupo más desfavorecido: las personas transexuales. A pesar de que la identidad de género tiene que ver con la conciencia de ser hombre o mujer y generalmente coincide con el desarrollo genital externo. En el caso de los transexuales no es tan simple, y hay diferencias entre la identidad de género percibida y el sexo asignado en base a sus genitales.
Existen numerosos casos en el deporte profesional en los que el atleta ha tenido que hacer una elección decisiva: abandonar la práctica deportiva por cambiarse de sexo. Un ejemplo de ello es la atleta Yvonne Buschbaum, pertiguista alemana que anunció su retirada del deporte a pesar de llevar cuatro años entrenando para ir a los Juegos Olímpicos de Pekín, debido a que quería empezar un tratamiento hormonal para convertirse en hombre. Si cuando era mujer ya existía cierta discriminación hacia ella como deportista, aun más ahora que pretende cambiar su sexo. Otro ejemplo, es el de Lana Lawless, campeona transexual en una modalidad de golf en 2008 y a la que le impiden seguir jugando, ya que su sexo de nacimiento no fue el de mujer. Finalmente, cabe destacar la polémica que se desató con el caso de la sudafricana Caster Semenya, campeona del mundo de 800 metros en Berlín (2008), fue sometida a exámenes médicos para determinar con precisión su identidad sexual debido a su portentoso físico y la forma de imponerse a sus rivales, finalmente los resultados obtenidos demuestran que es hermafrodita, pero no se le despojará la medalla conseguida.
En las competiciones se observa una reacción de aversión por parte de sus rivales, ya que interpretan que pueden obtener ventajas en su rendimiento. Pero en todo caso, ¿por qué no pueden seguir practicando deporte a nivel profesional? ¿Por qué se considera hombre en unos aspectos, mujer en otros y en el deporte no tiene cabida? ¿Alguien se plantea la situación personal y afectiva en la que están los atletas expulsados de la competición deportiva por «no ser mujeres u hombres»? Estas cuestiones al igual que otras, carecen de respuesta a día de hoy.
Hasta hace poco no había ninguna regulación que fijara si un deportista debía participar con los de su sexo biológico o con los de su sexo psicosocial (haya realizado o no el tratamiento quirúrgico de cambio de sexo y el cambio registral del sexo en el Registro Civil). Es, tras esta reflexión, cuando planteó el dilema de si podrían tener ventaja sobre los demás deportistas por tener un sexo biológico distinto. En referencia a lo anterior Becerra-Fernández (2003) dice que en este aspecto deberían tener la responsabilidad de decisión las Federaciones Internaciones de cada especialidad deportiva y no los gobiernos los que decidieran las normas a seguir, debido a la unificación en los casos de competiciones internacionales y a la influencia del sexo característica de cada deporte. Pero fue el COI, en 2004, quien contempló expresamente la participación de atletas transexuales cumpliendo unos requisitos mínimos: haber sido sometido a una operación completa de cambio de sexo, reconocimiento legal, tratamiento hormonal aprobado y haber pasado un mínimo de dos años desde el momento de la operación. Pero el problema más destacado no se encuentra en su propia sexualidad sino en la discriminación y marginación que tienen que soportar en el deporte de élite.
Así pues, contando las trabas que le ha puesto la sociedad a este sector de la población y aún sufriendo la marginación de la inmersa mayoría, han formado una federación deportiva propia e incluso organizan sus juegos olímpicos, los llamados “Gay Games”. Los últimos Juegos europeos fueron celebrados en Barcelona (2008) con 5.314 participantes y 30.000 espectadores.
Es una lástima que en pleno siglo XXI sigamos viviendo estas desigualdades, puesto que la práctica deportiva es un derecho universal del que todos deberían poder disfrutar.
Referencia bibliográfica:
Becerra-Fernández, A. (2003): Transexualidad. La búsqueda de una identidad. Madrid: Día de Santos.
Referencia bibliográfica:
Becerra-Fernández, A. (2003): Transexualidad. La búsqueda de una identidad. Madrid: Día de Santos.
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